lunes, 9 de diciembre de 2013

La sospecha del jugador creativo

Desde que el fútbol es fútbol o, al menos, desde que yo tengo conciencia de ello, siempre hubo una raza de futbolistas que estaba en continua sospecha de rendimiento. Este tipo de futbolistas eran desplazados continuamente desde las zonas de mando en las posiciones centrales del campo hacía posiciones más avanzadas o hacia las bandas, dependiendo del gol que tuviesen. Eran jugadores sospechosos que debían ser apartados de las zonas de más influencia del campo. Los ejemplos son muchos y variados, como muestra representativa se me ocurren: Seedorf, Zidane, Riquelme, Iniesta, Cani, etc. Todos los de esta lista son tan buenos que a pesar de todo han dado un rendimiento extraordinario en esas posiciones. En cambio, otros, también con extraordinaria calidad pero sin llegar a tan alto nivel, han tenido apariciones más intermitentes en sus equipos. Han pasado de centrocampistas creativos a mediapuntas. De mediapuntas a segundos delanteros, los que eran capaces de marcar de vez en cuando, y a interiores los que no tenían gol. Su posición ideal ha sido ocupada por otra estirpe de futbolistas relegandolos, en muchos casos, al banquillo y al olvido.


Todos los entrenadores del mundo le encontraban un hueco en el centro del campo a un jugador, y normalmente a varios jugadores, de los que se denominan "honrados en el esfuerzo". De esos que sólo los podemos definir como "ordenados tácticamente". Aquellos que son "imprescindibles en cualquier equipo". Estos jugadores, que normalmente son bestias físicas, en muchos de los casos no eran capaces de dar un pase de merito e incluso de dar continuidad a una jugada. Se les veía correr, se les veía luchar, se les veía pegar y "marcar la ralla" e incluso solían marcar algunos goles desde fuera del área o a la salida de un córner. Siempre eran alabados y nunca se les exigía ese pase de calidad que desatascase un ataque o un apoyo de merito en la salida del balón porque "no es su trabajo". Las excepciones siempre las encontramos en los mejores equipos, que tenían jugadores con un gran físico que eran muy buenos técnicamente: Mauro Silva, Baraja, Xabi Alonso o  Toure Yaya. En cambio, los equipos más modestos preferían quedarse con la vertiente física de estos jugadores en lugar de la técnica para buscar jugadores.

Cuando un equipo se atascaba en ataque, cuando un equipo era plano, cuando no tenía ideas. Cuando el fútbol se convertía en un deporte que buscaba el fallo del contrario, la segunda jugada o la aparición divina. En esos momentos de aburrimiento general, de impotencia del entrenador y del aficionado, sólo en esos momentos todas las miradas se dirigían hacia el diez. Si el equipo tenía ese creador en plantilla, claro. En algunos casos ni se contemplaba que fuera necesario. En las épocas de malos resultados o, simplemente de mal juego, los periodistas y los aficionados clamaban porque jugara el ídolo local, el que daba sentido a este deporte. Se le exigía que cambiara el partido, que inventara, que hiciese una genialidad. Nadie le pedía nunca eso a un trotón de medio campo. No era su trabajo. No estaba para eso. Estaba para correr. 


Y yo me pregunto ¿por qué está diferencia en la exigencia? 

A un centrocampista posicional, o medio centro defensivo, se le exigía que defendiera, que corriera y poco más. A un jugador de los denominados técnicos o creativos se le exigía ese trabajo: que corriese, defendiera y pelease hasta el último gramo de fuerzas y que, además de todo, fuese decisivo. Que inventara. Que fuera genial en cada una de sus intervenciones cuando, al mismo tiempo, cada vez se le escondía más en el terreno de juego. Cuando cada vez le resultaba más difícil encontrar un compañero cercano que al darle el balón no se lo devolviera pinchado.


Esta tendencia en el juego la cambió el F.C. Barcelona. Hubo otros entrenadores antes del Barça de Guardiola que proclamaban el mismo tipo de juego o cosas similares pero una moda o tendencia sólo la pueden marcar, lamentablemente, los que ganan. Guardiola devolvió el fútbol a sus verdaderos dueños: a los que saben jugar a fútbol. Seguramente nunca se habían juntado 11 jugadores que sumaran menos centímetros en un terreno de juego. Desde el famoso Brasil de los 80 nunca hubieron tantos mediapuntas juntos en un terreno de juego. Guardiola demostró que no es necesario ser un atleta para jugar a este deporte.


Sin embargo, y a pesar de la creencia general de que ese equipo ganaba por la posesión, tengo la firme creencia de que lo más importante de ese equipo era la solidaridad defensiva. Defender hacia adelante cuando se perdía el balón. Usar el riesgo para evitar riesgos. La defensa era una sinfonía perfecta de jugadores presionando por un objetivo común: tener el balón. Se demostró que los jugadores que no parecen tan poderosos físicamente son capaces de defender tanto o más que los africanos de 1,90. Que para defender, lo más importante es entender el juego y que nadie entiende mejor el juego que los más dotados técnicamente. Simplemente es una cuestión de convencer a los jugadores del beneficio común y de quitarse de la cabeza las falsas creencias. Un jugador que la toque bien puede defender. Un jugador que sólo sabe correr es difícil, además, que le entregue la pelota a un compañero.

A raíz de este Barcelona y de los triunfos en paralelo de la selección española parece que la visión general a cambiado y que los jugadores técnicos puede que dejen de estar tan mal vistos. Esta claro que el 95% de los equipos no podrá plantear el fútbol como el Barça de Guardiola porque no tendrá a Iniesta, Xavi y Busquets pero, posiblemente, el Valencia no tendrá tanto miedo de poner a Parejo de mediocentro o el Madrid a Modric. Ander Herrera no se verá obligado a jugar toda su carrera de interior derecho para que no moleste en el centro. Oliver Torres tendrá abiertas más opciones que las de jugar 15 minutos de segundo delantero porque se sospeche de su capacidad defensiva. Isco y Suso encontraran su hueco en cualquier equipo porque se valorará más su capacidad de crear que su debilidad física. A un mediocentro de un equipo de primera se le exigirá más, no solo que corra.


El fútbol tiene que ser de los futbolistas. El que sólo sepa correr que se dedique al atletismo. Más Valerón y menos Diarra. Más Guti y menos Gravesen.

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